lunes, 25 de abril de 2011

Ignor-habilidades


Unos llegan, otros se van, otros cambian, otros desaparecen, otros sentencian. Es fácil olvidar ciertas cosas en ciertos momentos, es fácil echarse a la mar sin saber una mierda de navegación y naufragar como un anfibio en un desierto. No hay secretos más allá de lo obvio igual que no hay luz capaz de iluminar ciertas sombras, todo se compone de claroscuros inconcebibles y el gris se ha puesto tan de moda como anunciar la propia estupidez.

Ondean a los cuatro vientos estandartes de ignorancia y oscuros miedos. Se escuchan, plañideros, monologuistas hastiados que barruntan sin disimulo tesis que huelen a tópico, que huelen a desinformación, que huelen a puercoespín mojando, que huelen a basura amontonada sin orden ni concierto. Ilusos desfachatados dan rienda suelta a su verborrea ácida y lucen, orgullosos, sus insignias de tonto del año mientras despotrican sobre verdades con sus razones ilusorias y sus concepciones sesgadas.

Lastimosos perros aullando por un trozo de hueso, eso es lo que son. Desechos de la sociedad de la información, subproductos conectados a un Internet engañoso, esclavos del qué dirán, esclavos de qué dicen, cuencas vacías que, pomposas, se regalan a sí mismos enardeciendo la clarividencia de sus ojos ausentes. Olvidadizos y descuidados cuando, por el afán de protagonismo de su lengua viperina, se equivocan más allá de lo permisible por aquellos que escuchan, sin mediar palabra, como los corderos balan sobre garras afiladas cuando en su vida solo han conocido sus propias pezuñas. Materia prima de matadero, carne para picadora.

Casi a modo de profeta, tengo que añadir una última parrafada: “Y no serán los hijos de subterfugio aquellos que, con su veneno ponzoñoso, rieguen la tierra y cosechen la fortuna. Ellos serán esclavos de sí mismos, esclavos de sus erratas y sus mentiras, fieles siervos de su dueña la ignominiosa ignorancia y, como tales viles criaturas, sucumbirán atiborradas de asquerosas mentiras.”