viernes, 15 de enero de 2010

Carta




Carta en respuesta a al texto "Sobre el cuerpo resituado", de Norberto Alcover, perteneciente a su obra "Invitación a la sospecha. Cartas a los jóvenes"



Querido señor Alcover,

Siempre es agradable escribir sobre algo a lo que tantas horas infructuosas de introspección y devaneo se le ha dedicado y este es el caso porque, al hablar de cuerpo, se me vienen a la cabeza un millar de viejas teorías antropológicas cada cual mas descabellada de la anterior.

El cuerpo es en sí, la definición de la persona y el patrón que marca las posibilidades y límites de cada individuo. Hay que ser comedido en su castigo y abuso, pero también en su cuidado y recelo, ya que podemos volvernos radicales, como tu bien dices.

Lo importante es lograr por uno mismo el equilibrio con el propio cuerpo. El espíritu, yo lo llamo conciencia o personalidad ya que no valoro ningún tipo de espiritualidad, es el conductor de este maravilloso vehiculo que es el cuerpo humano. De nosotros mismos depende el hecho de que nuestro cuerpo enferme, se muscule, engorde, adelgace, viva o muera. Reside en esta peculiaridad la razón que creo que ocupa tu misiva. Es bien cierto que si el cuerpo enferma o sufre algún problema, nosotros no vamos a estar bien, no vamos a ser felices, hablando independientemente de la situación personal de cada uno, pero es de su maltrato o cuidado de lo que depende encontrarnos bien o no. De ahí que el problema resida en sucumbir a los vicios y tentaciones de esta sociedad de consumo.

Pero el vicio va ligado a la propia humanidad como cualidad del ser humano. Está en cada uno de nosotros el poder sobreponernos a esos vicios y eliminarlos de nuestra persona. Todo nuestro entorno nos condiciona al consumismo, a la exaltación del cuerpo impuesta por los cánones publicitarios. Esto degenera en problemas como la anorexia o la bulimia, los cuales no son sino enfermedades engendradas por este malsano culto al cuerpo.

Yo no soy un ejemplo de vida sana. Tengo un buen montón de vicios como el fumar o beber que me gustan y que se que me matarán algún día. También tengo malas costumbres como no hacer ejercicio y comer peor de lo que debería. Para que vamos a engañarnos, no soy un buen ejemplo de persona que cuida su cuerpo, pero en cierta medida le tengo un respeto, me he auto-impuesto un límite de qué puedo y qué no puedo hacer con él. Por ejemplo, no consumo drogas, no como todos los días comida basura que me encanta y no abuso de la bebida como hacía en otra época de mi vida. Ahí reside, me parece, la razón de tu carta.

Cada individuo debe comprender lo que supone para él su cuerpo y debe imponerse los limites que le ayuden a estar a gusto consigo mismo y a verse bien, ya que si uno no se ve bien a si mismo, difícilmente va a emitir la luz suficiente para que los demás le vean como debería verle. Tú lo llamas que el cuerpo permita la transparencia del misterio espiritual, yo lo llamo tener un autoconcepto claro y definido, con el cual nos sintamos totalmente identificados. Esto se refleja en nuestro día a día y en nuestras relaciones con los demás.



“Mens sana in corpore sano”

Antonio Guillén Sánchez, 1ºA

Calificación: 10

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