viernes, 16 de abril de 2010

Cazador


El sosiego y la paz inundaron todo mi cuerpo. Me sentí en comunión con la tierra, a flor de piel latía el suave pulso de las briznas de hierba, de las flores parduscas, de los troncos nudosos. El aire, limpio, puro y fresco, inflaba y desinflaba mis pulmones al son de una marea tranquila, con exhalaciones profundas, suaves y regulares. Me sentí vivo y la vez, inexplicablemente, muerto. El tacto frío del acero en las yemas de mis dedos, la figura sesgada de la cruz retroiluminada, el suave susurro de la madera pulida... Todo ello me mostraba, con claridad cenital, mi objeto y objetivo, mi sino y mi misión. Mi dedo índice ardía como si estuviese envuelto en llamas de fuego líquido de tacto aterciopelado y frías como las profundidades del infierno. El sol me guiaba, el viento me mecía, la humedad del anochecer refrescaba todos mis poros...

Ya faltaba poco...

Estaba ahí, delante de mí. Desafiante.
Una exhalación, un suave y profundo suspiro...

Un clic...

Una explosión que reverberó en mi caja torácica como el trueno del mismísimo Zeus...

Una nube roja...

Mi dedo se apartó del gatillo. Mi trabajo estaba hecho. La caza había finalizado, después de todo, tal y como estaba previsto. No moví ni un músculo. Me quedé inmóvil esperando, con mi corazón machacándome el pecho como una locomotora desbocada, impertérrito, invisible.
El horizonte engulló al astro rey y la oscuridad envolvió el mundo con sus zarpas de hielo. Alcé la vista a las estrellas que, tranquila y erráticamente, iban manchando el cada vez más profundo cielo. Emprendí el viaje de regreso a casa, por los solitarios senderos del olvido, con la única compañía de las sombras plañideras y las afiladas mentiras que me insuflaba mi tortuosa conciencia, arremetiendo contra mi cordura como si de un ariete se tratase. Largo sería el camino y difícil encontrar el hogar, pero el fuego de la esperanza, alimentado por el espeso veneno de la venganza, proyectarían al infinito mi fuerza y convicción, iluminando mis pasos con la luz cegadora de sus inconsumibles llamaradas y señalando la dirección correcta.

2 comentarios:

pícara dijo...

Por fin te has dignado a aparecer por aquí, y ha sorprendernos con tu berborrea. ¿ Sabes lo que quiero decir?

Antonio Guillén dijo...

Te lo tomarás a broma...

xD